Mierda del zorro

A las seis de la mañana cuando camino con mi perro Kalle me siento todavía gruñion. Echo de menos de mi cama. Pero mi despertador es negro y peludo. Es mi perro de asistencia. Siento su aliento en mi cara. Cuando trato de dormir otro rato el se pone a ladrar, frustrado.

Cada día mi pequeño compañero despierta y no tiene tiempo que perder para “correr su mundo de milagros”.

Yo, en cambio, necesito mi cortado para levantar mi animo. Cuidadosamente trato de coger una chocolatina. Siento que mir perro me esta observando desde la entrada de la cocina. La cocina es es único espacio en nuestro apartamente que está reservado solamente para mi! Mi perro está bostezando con un gemillo para que yo me de más prisa.

Apenas he bebido mi cortadito que Kalle hace rondas en mi apartamento como para preguntarme: “¿Ya estás lista? ꜟ Venga! ꜟVamos!” Los primeros metros mi perro de asistencia me tira hasta que el mea a un farol. Yo todavía echo de menos de mi cama caliente. Pero Kalle me tira hacia la naturaleza. Nace el sol y pone todo en un brillo de rojo. Interiorment hago una reverencia delante de este espectáculo maravilloso. Ya estamos tan lejos de la carretera que yo puedo dejar libre a Kalle. Generalmente esto es el punto de decisión aquí: Si le dejo en su correa de perro no puedo trabajar tranquilamente más tarde (en officina domesticas) porque él se aburre.

Si le dejo a correr puedo ver como es disfruta de la vida esnifando su camino en la naturaleza.

Ya todavía hay otro riesgo aparte de los conejos cruzando el camino: Kalle ama la mierda del zorro. Eso normalmente es el peor fin de nuestro camino juntos. Me acuerdo de esa posibilidad cuando llamo a mi perro y toco el anillo de su harnés de perro. Está sucio. Cuando trato de limpiarlo con un pañuelo huelo el olor dulce y penetrante de la mierde del zorro. Casi tengo que vomitar. También tengo mucha rabia! Tengo tanta rabia porque sé lo que voy a hacer durante las proximas horas: Primero tengo que lavar el perro en la ducha. Eso normalmente es más una lucha y al final tengo que ducharme yo. Aun cuando yo logro a secar mi perro antes de que el se sacude no es posible de evitar que tengo que limpiar la sala de baño por completo! El procedimiento está terminado cuando todas las toallas junto con mis vestidos y el harnés de perro están dentro de la lavadora.

Juro. Juro otra vez que he dejado libre a mi perro. Trato de justificar mi decisión recordando la alegría del pequeno “lobo” cuando estaba como flotando sobre el terreno –sus orejas negras y la punta de su cola las unicas cosas que se podían ver de fuera. Y es en este momente que yo empiezo a comprender que a pesar de sus ideas estupidas mi perro de asistencia (en entrenamiento!) ya me muestra la belleza de la vida. Cuidando a un perro no solo significa que tengo que trabajar y limpiar más. También me siento más feliz y contenta en mi vida como si la alegría de mi pequeño compañero peludo fuera contagiosa. Comprendo que mi apartamento no va a ser nunca tan limpio  y ausente de arena que “antes de Kalle”. Sin embargo noto como mi vida ahora es más “rica” de las vueltas en la naturaleza, de la gente que encontramos en nuestro camino y del “deporte” que hacemos juntos. Es así que sé ahora que Kalle los granos de arena que Kalle lleva al apartamento son como un símbolo de los granos de alegría que ha llevado a mi vida. Estoy pensando todo esto cuando le seco la cabeza y obervo su mirada lleno de confianza. Entonces entiendo que –durante toda su vida-Kalle va a ser a mi lado.

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