Paciencia
Raramente tengo paciencia en mi vida. MÀS ALTO, MÁS
RÀPIDO y MÀS ADELANTE han sido mis metas durante años. Aunque sabia que la vida
debajo esa presión interna apenas era saludable yo simplemente no sabía como
hacer las cosas más despacito. Era como si yo tenía un hombre pequeno en mi
espalda que siempre gritaba: “Adelante! No tienes más tiempo! Dateprisa!”. Y si
ya había cumplido con un deber me decía: “Qué no te relajas! Hay más cosas a
hacer ahora!”. Hasta ahora este fenoméno me daba la sensación que no podía
estar tranquila antes de cumplir mis deberes diarios ni antes de que me había
apuntado los proyectos nuevos que me venían a la cabeza. De esa manera yo casi
nunca me tomaba el tiempo de disfrutar lo que y había cumplido en mi vida.
Simplemente yo usaba esa energía para hacer ya más proyectos. Como casi había
pausas entre mis “días de proyectos” tenía la sensación que mis tareas nunca
llegaron a un fin y que eso me daba y más prisa. Así se pasaba mi vida hasta
que el día en que conocí a Maria. Este encuentro me hizo questionar mi
comportamiento.
Era una mañana gris de noviembre quando venía de
visitar mi padre en la residencia de ancianos. A mi lado estaba Kalle, mi perro
de asistencia. La atmosfera en la residencia era aturdida porque no se oían
conversaciones ni risas de la gente mayor. Yo estaba contenta que Kalle parecía
cambiar este estado de rigidez porque algunos de los ancianos ahora hablaron de
el como el les recordaba de otros perros. Algunos querían tocarle otros
simplemente le miraban con stupefaccion. Eso me daba la impresión de como estos
ancianos vivían aislados de la vida “normal”. Como siempre yo estaba nerviosa
en esperando el ascencor para cumplir con esta visita y para realizar ya más
tareas hoy en día. Cuando las puertas del ascencor se abrieron yo vi a una
pequena mujer con el pelo largo y blanco. Elle me miraba y dijo: “Tu eres una
mujer muy bonita”. Yo sonreí. Cuando un hombre entró en el ascensor ella dijo: “Tu
eres un hombre bonito.” Eso me daba la impresión que ella usaba este
complimento como para entrar en contacto con la gente. Yo la pregunté lo que
tenía en su andador. –“Eso es una fotografía de mi espeso.” Yo miraba la
fotografia en negro y blanco que mostraba un hombre joven. En el andador había
el nombre y la dirección de la anciana. Su nombre era Maria (nombre cambiado).
Al lado de la foto estaba un album de fotos. Sus paginas estaban ya muy usadas
y me parecía que el album ya tenía casi
cien anos. También había un espejo y un cepillo en el andador. Yo miraba Maria
que estaba hablando con el hombre sobre los tantos anos que él venía a visitar
a su esposa. Mirando el andador me hizo de repente comprender que en algunos
anos yo podía ser como Maria. En este instante comprendí que no había una
verdadera frontera que me salvaba de la viejez y de olvidar con cada día más de
lo que era mi vida. Aunque yo quería creer que yo podía “difrutar de la vida
más tarde” empecé a comprender que la vida era muy frágil. Y en este momente me
di cuenta que el “pepqueno hombre en mi espalda” se había callado. Cuando sali
del ascencor vi como Maria caminó lentamente por el pasillo-llevando su vida en
el andador. Golpeando la puerta de la habitación de mi padre yo sentí que me
perro quería irse. Para él como para mi estas visitas costaban mucha energía.
Mi padre estaba muy alegre de verme. Para mí era muy doloroso de ver cuánto más
mi padre no podía hacer o simplemente había olvidado en el curso de las ultimás
semanas. Intenté de hablar del pasado-el unico tiempo agradable pare mi padre.
Ya nos ibamos de caminar por la primera vez con Kalle. Este paseo ya hizo la
atmosphera de la residencia menos triste. Mi padre quería regresar “a su casa”.
El me invitó de tomar una copa en el bar más cercano. Cruzabamos la cruce de
carrera cuando mi empezó a gritar a un conductor de camion para que se parase.
En el bar el dueno ya había puesto un vaso de vino en la mesa sin que mi padre
ni decía una palabra. Por otro lado mi padre ya no sabía si 5 Euros ya eran
suficiente para pagar el vino y mi cortado. El bar era un sitio triste a estar:
No se podía comprar ni un bocadillo. La gente venía solamente a beber, fumar y
sentirse ménos solo. Mi perro parecía sentir que algo no andaba muy bien. Kalle
me miro con una mirada preguntante y yo estaba muy aliviada cuando finalmente
podíamos salir. “Voy a regresar más tarde”, anunció mi padre y el dueno asintio
con la cabeza. Una parte dentro de mí quería gritar: “Papa, porqué destruyes tu
vida?” pero me quedó sin hablar. Me venían a la cabeza memorias de un tiempo
mejor cuando mi padre y yo habían ido de excursión y al final cenado en un
restaurante cercano. Estos tiempos –eso comprendía ahora-se habían ido para
siempre. Desde este día –el día del encuentro con Maria y viendo mi padre en
este bar intento a aceptar que no puedo cambiar el consumo de alcohol de mi padre.
La unica cosa que puedo cambiar es de distrutar de mi vida y tener más paciencia.
Renate Weber